domingo, 17 de junio de 2007

Actividad para el viernes 22 de junio

La siguiente actividad está relacionada con la salida que realizamos a las Jornadas de la "semana de la biología" organizadas por la UBA.
Todos (hayan asistido o no) deberán tener esta actividad en su carpeta resuelta para el día viernes 22 de junio.
Los que concurrieron encontrarán información en los apuntes que han tomado durante la charla en la facultad.
Los que no lo hicieron, deberán buscar información en la biblioteca o en internet, y deberán responder la actividad sin olvidar citar la fuente de información que utilizaron para responder la tarea, así puedo ir viendo el material que leyeron.
Actividad: "¿nos comunicamos mediante los olores?"
1- ¿Cuál es la importancia del olfato en las distintas especies? Buscá ejemplos que te ayudwen a explicar su importancia.
2-¿Qué interacciones mediante el ofato se han estudiado en la reproducción en los ratones?
3-¿Qué son la feromonas? ¿qué glándulas las producen y dónde están ubicadas?¿Cómo son captadas?
4- los seres humanos, ¿se comunican mediante feromonas? Buscá ejemplos de estudios realñizados que contribuyan a ampliar este punto.
5- ¿cuál es la relación entre los olores y el "complejo mayor de histocompatiobilidad"? También citá ejemplos para ampliar tu respuesta.

viernes, 8 de junio de 2007

Información para la salida didáctica martes 12 de junio 9.00 hs

Chicos,

los espero el próximo martes a las 9.00 hs. en el Pabellón II de Ciudad Universitaria.

Tendrán que traer la carpeta y una lapicera, nada más. Traten de no llevar cosas de valor (mp3; mp4; etc.) por que habrá mucha gente y en algún descuido podrán "perder" sus cosas.


Estaré en la escalinata de entrada -con otros profesores- para tomar la asistencia a la salida.


A continuación les acerco información sobre uno de los temas de la charla a la que asistiremos. Todos tienen que tener en la carpeta un resumen de este tema para el martes.



El misterio del olfato:
El vívido mundo de los olores


Stephen D., un estudiante de medicina de 22 años, luego de que una noche tomó una mezcla de drogas que alteran la mente, soñó que se había transformado en un perro y que estaba rodeado por olores extremadamente ricos. El sueño pareció continuar cuando se despertó; repentinamente, su mundo se había llenado de olores acres.

Mientras iba al hospital esa mañana, "Olía como un perro. Y oliendo de esa manera, reconocí a los veinte pacientes que estaban ahí, antes de verlos", le contó más tarde al neurólogo Oliver Sacks.

"Cada uno tiene su propio olor particular", le dijo, "mucho más vívido y evocativo que cualquier expresión de su cara". El también podía reconocer las calles y los negocios locales por su olor. Algunos olores le brindaban placer y otros le disgustaban, pero todos eran tan penetrantes que le resultaba muy difícil pensar en cualquier otra cosa.

Los extraños síntomas desaparecieron luego de unas pocas semanas. Stephen D. estaba enormemente aliviado de volver a ser normal, pero "también sintió una tremenda pérdida", informó Sacks en su libro "El hombre que confundió a su mujer por un sombrero y otros cuentos clínicos". Años más tarde, convertido en un exitoso médico, Stephen D. todavía recordaba "ese mundo oloroso-¡tan vívido, tan real! Era como una visita a otro mundo, un mundo de percepción pura, rica, viva, autosuficiente y llena...Ahora me doy cuenta a lo que hemos renunciado siendo civilizados y humanos".

El ser civilizados y humanos significa, por un lado, que nuestras vidas no están guiadas por nuestros olores. El comportamiento social de la mayoría de los animales está controlado por los olores y otras señales químicas. Los perros y los ratones dependen de los olores para localizar su comida, para reconocer caminos y territorios, para identificar parientes, para encontrar una compañera receptiva. Los insectos sociales, tales como las hormigas, envían y reciben intrincadas señales químicas que les indican, con precisión, hacia dónde dirigirse y cómo comportarse durante todos los momentos del día.

Pero los humanos "ven" al mundo fundamentalmente por medio de los ojos y de los oídos. No le prestamos atención al sentido del olor, y a menudo suprimimos la consciencia sobre lo que nos dice la nariz. A muchos de nosotros nos han enseñado que hay algo vergonzoso acerca de los olores.

No obstante, las madres pueden reconocer a sus bebés por el olor, y los recién nacidos reconocen a sus madres de la misma manera. Los olores que nos rodean afectan nuestra comodidad, a lo largo de nuestras vidas.

Los olores conservan, también, un poder extraño para afectarnos. Una bocanada de tabaco de una pipa, un determinado perfume o una fragancia olvidada por mucho tiempo, pueden evocar instantáneamente escenas y emociones del pasado. Muchos escritores y artistas se han maravillado ante la calidad persistente de tales memorias.

En "En busca del tiempo perdido", el novelista francés Marcel Proust describió lo que le aconteció después de beber una cucharada de té, en el que había remojado un pedazo de magdalena, que es un tipo de bizcocho: "apenas había tocado mi paladar el tibio líquido mezclado con las migas, un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo y me detuve, atento al extraordinario fenómeno que me estaba sucediendo", escribió. "Un exquisito placer había invadido mis sentidos...sin sugerir su origen..."

"Repentinamente el recuerdo se reveló a sí mismo. El sabor era el de un pequeño pedazo de magdalena, que en las mañanas de domingo...solía darme mi tía Leona, sumergiéndolo primero en su propia taza de té....Inmediatamente la antigua casa gris sobre la calle, donde estaba su habitación, se elevó como un decorado...y el pueblo entero, con su gente y sus casas, sus jardines, su iglesia y sus alrededores, fue tomando forma y solidez, cobró vida desde mi taza de té".

El sólo ver la magdalena no había devuelto estas memorias, notó Proust. Tuvo que probarla y olerla. "Cuando nada más subsiste del pasado," escribió, "después que la gente ha muerto, después que las cosas se han roto y desparramado...el perfume y el sabor de las cosas permanecen en equilibrio mucho tiempo, como almas...resistiendo tenazmente, en pequeñas y casi impalpables gotas de su esencia, el inmenso edificio de la memoria".

Proust se refería tanto al sabor como al olor; y hacía bien en hacerlo, porque la mayor parte del sabor de los alimentos proviene de su aroma, que va flotando hacia arriba por las fosas nasales hasta alcanzar las células presentes en la nariz, y también llega a estas células, a través de un corredor que se encuentra en la parte trasera de la boca.

Nuestros botones gustativos sólo nos proporcionan cuatro sensaciones claras: dulce, salado, agrio y amargo. Los otros sabores provienen del olfato, y cuando la nariz es bloqueada por un resfriado, la mayoría de los alimentos parecen suaves o insípidos.

Tanto el olor como el sabor requieren que incorporemos-inhalando o tragando-las substancias químicas que realmente se unen a los receptores presentes en nuestras células sensoriales. En etapas tempranas en la evolución, los dos sentidos tuvieron el mismo precursor, un sentido químico común, que le posibilitó a las bacterias y a otro tipo de organismos unicelulares, localizar los alimentos o estar prevenidos de substancias perjudiciales.

Cómo percibimos tales substancias químicas como si fueran olores es un misterio que, hasta hace poco, derrotaba a la mayoría de las tentativas para resolverlo. Estudios anatómicos mostraron que las señales de las células olfatorias presentes en la nariz, alcanzan el área olfatoria de la corteza después de sólo un único relevo en el bulbo olfatorio. La corteza olfatoria, en cambio, se conecta directamente con una estructura fundamental llamada hipotálamo, que controla la conducta sexual y maternal.

Cuando los científicos trataron de explorar los detalles de este sistema, sin embargo, se golpearon con una pared en blanco. Ninguno de los métodos, que habían probado ser fructíferos en el estudio de la visión, parecía funcionar.

Para empeorar las cosas, era muy poco lo que se sabía acerca de las substancias a las cuales el sistema olfatorio responde. Se dice que el humano promedio puede reconocer hasta 10.000 olores por separado. Estamos rodeados por moléculas odoríferas que proceden de los árboles, las flores, la tierra, los animales, el alimento, la actividad industrial, la descomposición bacteriana, otros humanos. No obstante, cuando queremos describir estos innumerables olores, a menudo recurrimos a las analogías crudas: algo huele como una rosa, como el sudor o como el amoníaco.

Nuestra cultura coloca al olfato en tal bajo valor que nunca hemos desarrollado un vocabulario apropiado para describirlo. En "Una historia natural de los sentidos", la poeta Diane Ackerman nota que es casi imposible explicar cómo huele algo, a alguien que no lo ha olido. Existen los nombres para toda una gama de matices de colores, escribe. Pero ninguno para los tonos y los tintes de un olor.

Los olores tampoco pueden ser medidos usando la clase de escala lineal que los científicos solían usar para medir la longitud de onda de la luz o la frecuencia de sonidos.

"Sería lindo si un olor correspondiera a una longitud de onda corta y otro a una longitud de onda larga, tal como una rosa versus un zorrino, y si uno pudiera colocar a cada olor en esta escala lineal", dice Randall Reed, un investigador del HHMI en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, quien ha estado interesado en el olfato por mucho tiempo. "Pero no existe una escala del olor", dado que las moléculas odoríferas varían extensamente en su composición química y en su estructura tridimensional.


La memoria de los olores



Los científicos se han preguntado por mucho tiempo cómo logramos recordar los olores a pesar de que cada neurona olfatoria, presente en el epitelio, sólo sobrevive aproximadamente 60 días, siendo reemplazada por una célula nueva. En la mayor parte del cuerpo, las neuronas mueren sin ningún sucesor. Pero a medida que las neuronas olfatorias mueren, una capa de células troncales ubicadas debajo de ellas, generan constantemente nuevas neuronas olfatorias para mantener un suministro constante.

"El misterio era, ¿cómo logramos recordar los olores cuando estas neuronas se están reciclando constantemente y el nuevo lote tiene que formar sinapsis nuevas?", dice Buck. "Ahora sabemos la respuesta: las memorias sobreviven porque los axones de las neuronas que expresan el mismo receptor siempre van al mismo lugar".

Y, entonces, algunas etapas del olfato comienzan a rendirse ante los investigadores. Pero muchos misterios perduran. Por ejemplo, ¿qué le sucede a la información, acerca de los olores, después de que ha conseguido llegar desde el bulbo olfatorio hasta la corteza olfatoria? ¿Cómo es procesada allí? ¿Cómo llega a los centros superiores del cerebro, en los cuales se vincula la información acerca de los olores con el comportamiento?

Algunos investigadores creen que tales preguntas pueden ser mejor contestadas estudiando a la salamandra. La cavidad nasal de esta criatura, de tipo lagartija, es un saco aplastado. "Uno la puede abrir más o menos como a un libro" para examinar cómo las neuronas olfatorias responden a los olores, dice John Kauer, un neurocientífico en la Facultad de Medicina de Tufts y en el Centro Médico de Nueva Inglaterra en Boston, en Massachusetts, quien ha estado trabajando en el olfato desde mediados de los 70.

Las salamandras harán posible el análisis del sistema olfatorio completo, desde los receptores odoríferos hasta las células presentes en el bulbo olfatorio, en niveles superiores del cerebro; e incluso el análisis de la conducta, piensa Kauer. Su grupo de investigación ya ha entrenado a salamandras para cambiar su piel-que es el tipo de respuesta conductual que se mide en las pruebas de los detectores de mentira-cuando ellos perciben cierto olor.

Para estudiar el sistema entero de un modo no invasivo, Kauer utiliza una serie de fotodetectores que registran al mismo tiempo, desde muchos sitios. Aplica tintes especiales que revelan los cambios de voltaje en las membranas de las células. Luego, enciende una cámara que proporciona una imagen de la actividad en muchas partes del sistema.

"Pensamos que esta grabación óptica nos dará un panorama global de lo que hacen todos los componentes, cuando operan juntos", dice Kauer. Espera que "quizá en 10 ó 20 años en el futuro, seamos capaces de hacer una descripción muy cuidadosa de cada paso del proceso".

Esto sería un progreso asombroso para un sistema sensorial, que estaba virtualmente inexplorado hace cinco años. Los descubrimientos de Axel y Buck han estimulado el estudio del olfato, y ahora los científicos se congregan en este campo, resurgido ante la posibilidad de, finalmente, lograr resolver sus misterios.

fuente de información
www.hhmi.org/senses-esp/a130.html